miércoles, 2 de mayo de 2018

De divorcios y amistades (políticas). Borrador recuperado

Repasando borradores antiguos que no publiqué en su momento he visto que la mayoría ya son extemporáneos. Por tanto los he eliminado. Sin embargo hay otros que parecen tener vida propia, como este que redacté en el 2016 y que quedó en el baúl de los recuerdos. Lo recupero hoy porque curiosamente parece estar vivo.

És típico en cualquier relación de pareja, más tarde o más temprano aparece el gran dilema. Yo quiero montaña y tú quieres playa. Cada parte loa las virtudes de su elección y también enumera los defectos y problemas que plantea la oferta del otro. Finalmente, llega el gran momento del acuerdo. Esta vez playa y la próxima montaña. Final feliz. Pero hete aquí que con el paso del tiempo la euforia del amor y de la comprensión sabemos que va aminorando (En opinión del psicólogo clínico Walter Riso, experto en relaciones de pareja, "el enamoramiento es un estado de atracción y pasión que suele durar entre seis meses y dos años, estrechamente relacionado con nuestra necesidad biológica de procreación"). Es a partir de ése momento cuando, lo que es una cuestión que se puede resolver mediante el diálogo, el consenso y el pacto, se convierte en un problema grave que altera la convivencia. Llegados a ese punto, muchas parejas llegan a la conclusión de que lo mejor para ambos es que se produzca una separación (si puede ser amistosa mejor) y que cada cual elija el destino que prefiera y busque tranquilamente su propia felicidad. 

Desde los inicios de la etapa democrática en este país ha habido infinidad de rupturas y divorcios. Conozco muchos casos en los que el divorcio, una vez superada la etapa que suele ser más o menos traumática, ha dado paso a una sana y buena relación. Llegando incluso en esa nueva relación sin compromiso a compartir espacios en la playa o en la montaña. Es decir, cada parte ha rehecho su vida política y se han vuelto a encontrar compartiendo espacios y objetivos desde la libertad. Y tan felices.

En política parece ser que no somos conscientes de que el divorcio existe en este país. Cualquier discrepancia o la simple posibilidad de que alguien abandone el barco porque siente vértigo de la ruta emprendida, o simplemente porque no comparte el objetivo o la estrategia de la mayoria, se convierte en un drama shakesperiano. Creo que los políticos deberían aprender de la sociedad y de su realidad. No ocurre nada por discrepar . No ocurre nada por quedarse en minoria absoluta, y a quien le pasa esto debería plantearse un cambio de estrategia para conseguir que sus postulados se conviertan en mayoritarios. Ejemplos tenemos en este pais de postulados muy minoritarios que han debido esperar décadas para aparentemente tener ahora un amplio soporte ciudadano. Pero si alguien está absolutamente en desacuerdo con los objetivos, con la ruta, con la estrategia de la mayoría  es lógico que se plantee seriamente un divorcio. A ser posible amistoso.
Estoy convencido que después del divorcio político también hay vida y paz y tranquilidad. 

Pero a nadie se le escapa que cuando hay agresiones directas o indirectas el divorcio ya deja de ser amistoso. Y se entra en una nueva etapa.

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